El obispo Fernando Lugo, en su momento presentado como la nueva estrella en
la constelación de la izquierda bolivariana, parecería añorar con nostalgia los
años del auge neoliberal en América Latina, cuando el vigor político de los
gobernantes dependía del número de visitas zalameras que realizaban a sus amos
en Washington, y de cuantas fotografías en la Casa Blanca podían exhibir en la
prensa internacional.
En su reciente visita a Montevideo, el cura con hijos no perdió la
oportunidad de tomarse una fotografía con Hillary Clinton, y presumir con ella a
través de su prensa amiga hasta el hartazgo. Eso aunque la secretaria de estado
de Obama, y sucesora de Condolezza Rice, se fotografió indiscriminadamente con
el cholulaje como corresponde a una representante diplomática de
oficio.
La actitud de Lugo contrasta con su "firme posición" en contra del
hondurazo, que el 28 de junio del año 2009 arrebató la presidencia de Honduras a
Manuel Zelaya, desatando una ambigua reacción de los Estados Unidos y su
Secretaria de Estado, quien se negó a utilizar el calificativo de "golpe".
"En referencia al propio golpe, lo mejor sería decir que fue un esfuerzo
coordinado entre los militares y algunos actores civiles" diría
entonces el departamento de estado, y para despejar dudas, agregaba que "la
decisión del Congreso de juramentar a su presidente Micheletti, como presidente
de Honduras, indica que el Congreso y miembros claves de éste han desempeñado un
papel importante en esta situación".
En realidad, el golpe contra Zelaya era el epílogo de una maniobra que se
había iniciado en el mismo departamento de estado, el cual había asignado a las
embajadas de Centroamérica a conocidos expertos en desestabilización y operación
sicológicas. El 4 de junio, el embajador yanqui en Honduras Hugo Llorens, cubano
que arribó a Estados Unidos como parte de la operación Peter Pan devenido en
especialista en terrorismo durante la administración de W. Bush, declaró
respecto al gobierno desalojado que "no se puede violar la constitución para
crear una constitución, porque sería vivir en la jungla".
Llorens, por supuesto, no estaba solo. Para presionar contra la creciente
presencia del ALBA, en julio del 2008, el conocido aliado de la disidencia
anti-castrista cubana Robert Blau fue nombrado embajador de Estados Unidos en El
Salvador. Al mes siguiente Robert Callahan, especialista en desestabilización y
golpes, además de creador del hoy más poderoso organismo de la inteligencia
estadounidense DNI (Dirección Nacional de Inteligencia), asumió la legación
diplomática en Managua.
El 5 de agosto de 2008 asumió la embajada norteamericana de Guatemala un
viejo conocido del Paraguay, Stephen Mc Farland, miembro del equipo de combate
número dos de los marines en Iraq durante la primera guerra del golfo,
especialista en conflictos y guerra sicológica además de coordinador de
actividades de sabotaje contra Cuba en el Departamento de Estado. Eso antes de
destacarse en Paraguay con el exitoso "golpe suave" que derrocó a Raúl Cubas,
con la participación a favor de los intereses norteamericanos -y con
financiación norteamericana- de buena parte de quienes hoy son aliados políticos
de Fernando Lugo. Mc Farland reemplazaba en Guatemala a otra vieja conocida por
estas latitudes: la operadora de inteligencia Maura Harty. No es un secreto en
Paraguay que la mayoría de los integrantes del entorno arzobispal, entre ellos
los militantes del Pmas, siguen repitiendo las consignas que les dejaran Mc
Farland , la embajadora Maura Harty y los suyos hace más de una
década.
Con respecto al famoso "Hondurazo", puede agregarse que el departamento de
Estado reconoció que tenía conocimiento previo del golpe en gestación, que el
departamento de estado y el Congreso de Estados Unidos financiaron y asesoraron
a los actores y ONG hodureñas que participaron del golpe, que el Pentagono
capacitó, financió y armó a los militares que ejecutaron la operación, quienes
enviaron al exilio a Zelaya desde la misma base militar norteamericana de Soto
Cano, a 97 kilómetros de Tegucigalpa. Hoy se sabe también que en el equipo de
diseño del "Hondurazo" participó Adolfo Franco, ex encargado del programa cubano
de USAID.
Pero los indicios y evidencias no sólo comprometen en el hondurazo al
tradicional componente imperialista de la política exterior norteamericana,
también a la misma Hillary Clinton, quien cuenta entre sus asesores al ex
abogado de su marido Bill, Lanny Davis, quien fue contratado por la sede
hondureña del Consejo de Empresarios de América Latina (CEAL) para hacer lobby a
favor de los golpistas y convencer al gobierno de Washington de que debían
aceptar al gobierno de facto de Honduras.
El embajador de Estados Unidos en Tegucigalpa, Hugo Llorens, coordinó la
expulsión del poder del presidente Manuel Zelaya, junto con el subsecretario de
estado Thomas Shannon y John Negroponte, quien también hoy trabaja como asesor
de Hillary Clinton. Por si todo fuera poco, fue la misma secretaria de estado
Clinton quien ordenó a sus voceros dejar de hablar del regreso de Zelaya al
poder luego de la designación de Oscar Arias, presidente de Costa Rica, como
"mediador" entre los expulsados y Roberto Micheletti, en una evidente operación
de blanqueo de los golpistas.
A pesar de todo, durante la toma de posesión del Pepe Mujica, el cura
Fernando Lugo, otrora paladín de la democracia en Centroamérica y reivindicador
incansable de Manuel Zelaya, no se resistió a su irrefenable instinto cholulo y
decidió fotografiarse con los mismos verdugos de su defendido, para luego
inundar con esa fotografía los espacios periodísticos manejados por sus
adictos.
Es que como decía Friedich Nietzsche, el ideal es siempre muy cambiante, y el conocimiento que se necesita para alcanzarle falta casi siempre. LAW