“Si
hay algo seguro en esta vida, si la historia nos ha enseñado algo, es
que se puede asesinar a cualquiera”. Al Pacino , en El Padrino III
Esta semana el Paraguay no sólo se vio envuelto en aterradores
episodios de secuestros y narco-policías, también las publicaciones
sensacionalistas revelaron que el obispo Fernando Lugo dedica gran
parte de su precioso tiempo a recorrer las residencias de damiselas de
agitado pasado, en la no tan lejana dictadura de Alfredo Strossner, a
la que continuamente condena con la boca llena, pero no deja de imitar
en vicios y esfuerzos por conservar privilegios.
Una de sus sobrinas, precisamente, hace pocos días fue noticia por su glamorosa aparición en un acto oficial. Ver al respecto:
Poco tiempo antes, había escandalizado a la sociedad decente
fotografiándose con Vicente Castiñeira, ex convicto por narcotráfico en
Colombia y actualmente procesado por el mismo delito en Paraguay.
La bella hermana del sobrino Vicente, Zuny Castiñeira, había hecho
pareja hacia 1996 con el narco fichado por la DEA Carlos Barreto
Sarubbi, quien anteriormente se había enfrentado –como parte del cartel
de poder del narco-general Andrés Rodríguez- a otro benefactor de la
susodicha, el represor Sabino Augusto Montanaro, en sus tiempos de
ministro del Interior del dictador Stroessner.
La lucha se
daba en el marco de una encarnizada puja por el control del
narcotráfico, que también tenía su traducción política en el seno del
partido colorado (dividido entre tradicionalistas y militantes), entre
Sabino Augusto Montanaro, ministro del interior, y Andrés Rodríguez,
comandante del Ejército.
Zuny Castiñeira, de acuerdo a las
investigaciones judiciales, había precipitado a mediados de 1985 la
caída de un cargamento de cocaína, caso conocido como el de la pista
“Fluminense”. La hermana del sobrino de Fernando Lugo actuaba entonces
como caballo de Troya del ministro Montanaro, para desprestigiar a sus
rivales en el negocio, y golpear al sector militar de Andrés Rodríguez.
La disputa incluía una división en el partido colorado, que en
definitiva acabaría con el régimen de Stroessner, y una sangrienta riña
por apoderarse de la dirección de narcóticos de la policía, que hoy
parece revivir en Paraguay con secuestros y aterradores atentados.
Derrocado Stroessner, Zuny engalanó con sus atributos la farándula
carioca y los carnavales de Rio para, tras el breve receso, regresar al
terruño y conquistar a Barreto Sarubbi, narcotraficante a cargo de la
lucha contra la piratería y el contrabando en el este, durante el
gobierno de Wasmosy.
Poco tiempo después, la prensa
farandulera publicaba que Zuny Castiñeira había oficiado de anfitriona
en la inauguración del casino del Hotel Acaray, propiedad estatal,
arrendado por Antonio Aranda, consuegro de Carlos Barreto Sarubbi. En
una foto de la inauguración, la bella pariente política de Fernando
Lugo posó franqueada por el director de la poderosa Red O’ Globo,
Bonifacio de Oliveira Sobrinho, quien aparecía sonriendo junto al
traficante André Lehnen, gerente del casino.
El narco Carlos
Barreto, tras culminar su período como gobernador y paladín de la lucha
contra la ilegalidad en el Alto Paraná, se llamó a silencio debido a la
acusación pública de la DEA norteamericana de constituir uno de los
principales tentáculos del narcotráfico en Paraguay.
Zuny
Castiñeira volvió a la capital del país para convertirse en empresaria
de los medios, con su revista Zeta y para volver a acomodarse en los
círculos de poder bajo el gobierno de Fernando Lugo. Lo que se
dice, emprender un cambio a fondo en el Paraguay. Es que a seriedad, lo
sentenció Oscar Wilde, es apenas el último refugio de los
superficiales. LAW