Soportando 44 grados centígrados de calor tropical, la ciudadanía debió quedar sin energía eléctrica la mayor parte del día de ayer. En vastas zonas de los suburbios de la capital, la falta de agua se hizo sentir como consecuencia del colapso de los servicios y la escasez de energía.
En las calles, varios caños destrozados bajo el asfalto asemejaban fuentes de agua a presión, que emergía verticalmente con fuerza escapando de los cráteres excavados cual fontanas ornamentales, mientras de los registros de las cloacas, materias fétidas emergían contaminando el aire y atrayendo alimañas. En mi oficina, la falta de energía eléctrica me dejó sin Internet, y como los teléfonos funcionan conectados a la electricidad, también sin comunicación telefónica.
La falta de presión por las roturas de caño me impidieron darme una ducha, y varios consumidores se quejaron de que ni siquiera contaban con agua potable para el consumo humano.
A estas alturas, cualquiera podría pensar que estoy hablando de Haití, luego del devastador terremoto sufrido por ese infortunado país, pero no. Estoy hablando del Paraguay gobernado por el cura Fernando Lugo. Nota completa:
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