Dicen que la victoria tiene muchos padres, pero la derrota es huérfana.
Podríamos
aplicar el dicho al cura
Fernando Lugo, maestro del cholulaje
futbolero, quien durante todo el tiempo que el seleccionado paraguayo
de fútbol mantuvo en vilo al país no perdió oportunidad para aparecer
embanderandose con los triunfos deportivos albirrojos, aunque no haya
contribuido al éxito ni como pasapelotas.
Al parecer, su anuncio
de que viajaría para ver las semifinales fue lo que llevó al equipo
paraguayo a su definitiva eliminación de la copa del mundo, en una
actuación cuyo decoro superó con creces al que el cura con hijos le dio
a la investidura presidencial del pais.
Es de suponer que
también, como en el caso del
fracaso en las negociaciones por la
soberanía energética - que dijo que conquistaría, para conformarse con
una línea de transmisión eléctrica cedida por caridad-, también intente
convertir la derrota en otro "éxito" más de su gobierno.
Es que
para el inescrupuloso cholulaje futbolero, desde Mussolini y Videla a
Fernando Lugo, jamás existió la vergüenza ni el sentido del ridículo.