07 de Agosto, 2010
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PARAGUAY, LA SOJA Y EL IMPERIO |
(Luís Agüero Wagner) Campesinos
paraguayos invadieron más plantaciones de soya de colonos brasileños
en la región central del país y anunciaron que profundizarán sus
acciones para recuperar la soberanía de las tierras. El líder de la
Mesa Coordinadora de Organizaciones Campesinas (MCNOC), Luis Aguayo,
declaró el sábado que en el transcurso del año han ocupado 20 terrenos y
que antes de concluya mayo invadirán otras cuatro plantaciones. El
dirigente justifica las invasiones con el deseo de recuperar la
soberanía, anhelo que la prensa paraguaya sólo acepta como argumento
cuando se trata de las aguas que pasan bajo la represa hidroeléctrica
de Itaipú. Ese nacionalismo le permite a la derecha paraguaya crear
disturbios en el MERCOSUR, objetivo en el cual es funcional a los
intereses de la embajada norteamericana de Asunción, eterna
conspiradora contra la integración regional y benefactora de la mayoría
de los propietarios de medios y periodistas influyentes en Paraguay.
Dijo que la invasión del sábado fue realizada por unos 60 campesinos en
el establecimiento agrícola de la empresa Korea, de 3.000 hectáreas,
en gran parte utilizadas para cultivos de soja transgénica. Aguayo
informó que las otras cuatro plantaciones que serán ocupadas antes del
31 de mayo están situadas en el departamento de Concepción, a unos 400
kilómetros al norte de Asunción. La tensión entre los campesinos
paraguayos y los sojeros brasileños radicados en Paraguay ha subido
tanto de tono que el jueves pasado se produjo un enfrentamiento con
armas de fuego entre ambos bandos en Itapúa, a unos 500 kilómetros al
sur de la capital paraguaya. En el incidente, los labriegos respondieron
a los agresores con disparos de revólveres y escopetas inutilizando un
tractor y un camión con casi una tonelada de semillas de trigo que
quedaron esparcidas por el suelo. El boom de la soja coincidió en
Paraguay con la masiva venta de tierras que los jerarcas de la
dictadura de Stroessner hicieron en Brasil hace ya varias décadas,
rematando a extranjeros grandes extensiones de territorio cultivable
paraguayo que deberían haberse destinado a la reforma agraria y a
proveer de tierra a los campesinos desheredados. Vastas áreas quedaron
así en manos de propietarios ausentes por ínfimas partes de su valor,
hasta que se decidieron a convertirlos en sojales transgénicos. El
“milagro de la soja” es un subproducto del insaciable apetito
norteamericano por más carne y aves de corral, dado que hasta la década
de 1920 se desconocía en Estados Unidos. Los ganaderos descubrieron
que el poroto amarillento de la soja era una especie de fuente
inagotable de proteínas, que duplicaba a la carne, triplicaba a los
huevos y superaba once veces a la leche. Dios había bendecido a
Norteamérica, dado que tenía las tierras fértiles propicias y la
longitud del día ideal para cultivar soja. Mezclada con maíz en la
dietas de vacas, cerdos y aves, la soja molida aceleraba el engorde de
animales de forma milagrosa. La solución al excedente de producción
de la agricultura norteamericana, eterno dilema, consistió en que el
resto del mundo comiera como lo hacen los estadounidenses, convertir a
los millones de asiáticos comedores de arroz en consumidores de trigo
era la solución perfecta para los alimentos sobrantes en Estados
Unidos. Para exportar la dieta estadounidense, la buena alimentación
resultaba siempre la excusa perfecta. El único trigo que había
alimentado siempre a los japoneses era el contenido en los fideos, pero
a partir de 1946 el general Douglas MacArthur ordenó convertirlo en
panificados para alimentar a escolares y civiles. Los pollos se
exportaron a Alemania con tanto éxito que los alemanes se volvieron
adictos a los pollos, y pronto comenzaron a desarrollar su propia
industria de pollos barrilleros. A comienzos de la década de 1960 el
cambio dietético teutón derivó en la “guerra de las gallinas”, dado que
Estados Unidos protestó por el proteccionismo alemán para su industria
de pollos. Los norteamericanos perdieron la batalla pero ganaron la
guerra, dado que su maíz se utilizó desde entonces para alimentar a los
pollos alemanes. En Taiwán, el presidente Chiang Kai Shek prestó
su colaboración a los estadounidenses ordenando a sus propagandistas
que anunciaran a través de la publicidad oficial que comer trigo era
patriótico. Un admirador sudamericano de Chiang que hasta confirió su
nombre a importantes avenidas, el dictador neo nazi Alfredo Stroessner,
incluso permitió a los norteamericanos rediseñar las universidades
paraguayas de tal suerte a que enseñaran lo que le viniera en gana al
imperio. Poco tardaron los “expertos” asignados a la tarea en
convertir a ingenieros agrónomos y a profesionales médicos paraguayos
en agentes de venta de Monsanto, Cargill, Continental o los grandes
laboratorios de la industria farmacéutica. Con un enfoque benévolo a
los intereses de la embajada norteamericana y excesivamente
reduccionista, la prensa paraguaya intenta convencer a la población de
que su espíritu nacionalista debe concentrarse en temas como las
represas hidroeléctricas que comparte con Argentina y Brasil, aunque en
realidad éstos países sólo hayan sido en los últimos doscientos años
los gerentes en la región del imperio de turno. El imperio
británico fue quien instrumentó a los gobiernos de Buenos Aires y Rio
de Janeiro para devastar al Paraguay en la segunda mitad del siglo XIX,
de acuerdo a las mismas confesiones del general en Jefe de la Triple
Alianza Bartolomé Mitre. En las primeras décadas del siglo XX Brasil
(área de experimentos industriales para el Pentágono) desplazó los
intereses anglo-argentinos en beneficio de los norteamericanos, a los
cuales siempre resultaron funcionales Paraguay y Uruguay (creación de
Lord Ponsoby y la diplomacia británica) en su calidad de estados
tapones. Los cronistas del Tercer Reich nos recuerdan que al
instalarse Hitler en el poder, fue extraído de los polvorientos
archivos el mapa del ideólogo pangermanista Otto Richard Tannenberg, a
quien durante la primera guerra mundial el político y escritor André
Chéradame había denunciado. Sobre la base de ese documento, Berlín
elaboró durante la Segunda Guerra Mundial unas cuantas variantes para
la conquista de América Latina. En una de ellas, denominada 'Alemania
Antártica', se planeaba crear un protectorado títere, que incluyera
territorios de Brasil (Santa Catarina, Río Grande do Sul, Paraná, Mato
Groso), de Argentina (Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe,
Buenos Aires), de Paraguay y la parte oriental de Bolivia. Un
territorio parecido hoy abarca el “Soya Land” que el imperio
norteamericano y Monsanto han trazado como destino ineludible para el
Cono Sur. |
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publicado por
parapitipora a las 20:46 · Sin comentarios
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